jueves, 21 de junio de 2007

¿QUIERES SER MI AMIGO?

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A ver, díganme: a una clase de Francés se va a… ¡aprender Francés!, al gimnasio se va a… ¡ponerse buenote (o intentarlo)!, a las páginas de Internet de Scrabble se entra a… ¡jugar Scrabble!, los programas de radio musicales se hicieron para… ¡escuchar música!, a una entrevista de trabajo se va… ¡a conseguir trabajo!, al cine se va a… ¡ver una película! ¡Le atiné a todas!, ¿verdad que sí, verdad que sí, verdad que sí?

Entonces, ¿por qué putos me encuentro en todos estos lugares a gente que se ha de haber confundido de dirección y cree que se metió a un club de los corazones solitarios? ¿Hay una crisis de amistitis y no me he dado cuenta o somos yo y mi amargura habitual?

Yo no sé ni quiero de las carencias emocionales de estos pobrecitos, pero cómo me caga tratar de aprenderme el verbo être mientras la estúpida de junto me cuenta lo que hizo ayer con su mamá. O estar concentrado en formar una palabra de siete letras y en aprenderme el nombre, edad, procedencia, estado civil y gustos de mi competidor, al mismo tiempo. O tener que chutarme 1985789 mensajitos ridículos y nacos para oír la canción que me gusta. Y que pongan en riesgo mi integridad física porque estoy cargando una pesa justo en el momento en que me obligan a enterarme de la imbécil vida de una gorda que aparte me ve feo porque no me integro a la plática.

Para eso hay una sección en todas las revistuchas rosas donde puedes escribir una cartita en papel perfumado y adornado con florecitas y ositos pidiendo “chicos descerebrados de 15 a 20 años para tipa submental, delgada y bonita” o algo por el estilo, ¿o no? Y sale más barato.

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